Ese llanto anhelado, como un eco resuena en los pasillos solitarios que conforman mis recuerdos, mi memoria. Hoy los gritos mudos han ido muy lejos y destruyeron mi muralla, ya en el suelo me dispuse a estudiarlos, escuchalos y tratar de resolver sus idiomas de angustias, alegrías, amor y dolor. Ya cansada de no lograr comprender, cuando un agudo grito resono. Uniéndose a éste, todas las emociones esparcidas por los alrededores. Era el llanto de mi hijo, aquel que no tuve oportunidad de oír, indicandome que él está ahí... en mi, junto a mi. Acompañándome a vivir.